La temible Procastinación

La temible Procastinación

¿Qué es la procrastinación? 

Hemos oído hablar de la evitación de hacer una tarea que “hay que hacer”  o de posponer para mañana lo que se puede hacer hoy.  La dilación no solo afecta el trabajo de una persona, sino también comúnmente involucra sentimientos de culpa, incapacidad, disgusto, estrés y en ocasiones depresión.  Muchas veces intentamos ocultar nuestra evasiva por estar ocupado haciendo cosas que pueden ser interesantes, e incluso útiles, pero que no contribuyen  a la meta principal.

Recordemos que cuando las sensaciones inmediatas de la vista, el olfato, el oído y el tacto excitan nuestro cerebro (sistema límbico), abunda más nuestro comportamiento impulsivo y el “ahora mismo”  nos domina. Se dejan de lado las metas futuras que ocupan  la corteza pre frontal y definitivamente nos vemos seducidos por las diversiones: aunque sabemos lo que deberíamos hacer, no queremos hacerlo, sencillamente, nos atrae más la estimulación inmediata, nos distraemos pro el camino. O dicho de otra forma: el sistema límbico se ejecuta de manera automática  a un ritmo vertiginoso y, por lo tanto, a la conciencia le cuesta trabajo procesarlo: con mucha frecuencia los deseos nos llegan de manera incontrolable.

Cómo sabemos, la impulsividad se relaciona con vivir el momento de manera perentoria. Los deseos y proyectos a largo plazo (por ejemplo los típicos propósitos de cambio de cada fin de año) y las fechas de compromisos futuros (entrega de trabajos, reserva de pasajes de viaje, confirmaciones de citas médicas) se ignoran mientras no sean inminentes, hasta que ese lejano futuro se nos convierte en la presión del «ya». Por desgracia nuestra motivación no coincide con los plazos.

Procrastinar no trata solamente de dejar algo para más adelante, aunque proceder de esta forma es parte integral de este mecanismo. La palabra procrastinación proviene del latín pro que significa “delante de, a favor de”, y crastinus, que significa “del día de mañana” . El significado de esta extraña palabra abarca muchísimo más que su definición literal. Ojo, que la prudencia, la paciencia y el dar prioridad pueden hacer que se posponga algo para más adelante, pero esto no tiene que ver nada con procrastinación. Para hablar de procrastinación es necesario posponer algo, pero de manera irracional; es decir: cuando posponemos tareas o proyectos de manera voluntaria pese a que nosotros mismos sabemos que esa demora nos perjudicará o nos pondrá a correr a última hora para no quedar mal con aquello con lo que nos comprometimos.

Cada vez que procrastinamos, somos conscientes de que estamos actuando en contra de lo que nos conviene.  Quien procrastina suele postergar en forma sistemática aquellas tareas cruciales para la vida diaria que debe realizar  y las reemplaza por otras actividades más irrelevantes y placenteras  de llevar a cabo. Es asumida popularmente como “vagancia” , “pereza”, “ociosidad” “haraganería” o “fiaca”. La procrastinación tiene que ver con todas esas metas que nos pusimos pero dejamos pasar porque nunca encontrábamos la motivación suficiente para dedicarnos seriamente a conseguirlas; tiene que ver con la dieta aplazada indefinidamente, los trasnochos y prisas de última hora para entregar un proyecto con el que nos habíamos comprometido mucho tiempo atrás. También se relaciona con el desorden que se acumula en nuestro escritorio y esos archivos que esperan ser clasificados, mientras nos dedicamos a ver todas las temporadas de nuestras series favoritas de la tele o a revisar las páginas de nuestras redes sociales6a017ee87295e0970d017d41728b04970c-800wi. La procrastinación trata de todos los días que pasan sin que hayamos hecho nada de lo que deberíamos hacer, de los retrasos, las excusas, de las oportunidades perdidas  y, a la postre, de nuestra frustración y sentimientos de haber malgastado las oportunidades.

En la procrastinación hay una pésima gestión del tiempo. En general, el  individuo que procrastina suele «sobreestimar» el tiempo que le queda para realizar una tarea importante para su desarrollo o bien «subestimar» el tiempo que requiere –según sus propios recursos- para desarrollar la tarea.  Muchas personas que procrastinan  se auto engañan  y  exhiben una falsa sensación de autocontrol y autoconfianza. Por ejemplo,  hagamos de cuenta que se nos dan tres semanas para presentar un ensayo. En nuestro interior estamos seguros de que solo necesitaremos un fin de semana para hacerlo, e incluso menos tiempo. En el momento en que nos presentan el reto  nos decimos “tengo tiempo de sobra, no es necesario que comience ahora con el trabajo·”  Así que se posterga día tras día una tarea que en principio no nos ilusiona realizar y que, en cierta forma, “ya hemos dado por hecha” en nuestra mente cuando ni siquiera hemos comenzado a realizarla. No obstante, para nuestro pesar, el tiempo pasa  y se acerca el plazo de entrega del ensayo. De repente, nos damos cuenta que no seremos capaces de cumplir cabalmente con el trabajo que se nos ha asignado. Entonces nos angustiamos y vemos que la situación no está bajo nuestro control, y comenzamos a trabajar en ello en forma acelerada y con una inmensa carga de estrés.  En ocasiones se logra desarrollar el trabajo a última hora, a punta de trasnochos y bajo una inmensa presión, o… tenemos que recurrir al viejo truco de inventar la pérdida de toda la información debido a un extraño virus informático o buscamos desesperadamente una incapacidad médica por una falsa jaqueca y pedimos un aplazamiento para presentar el trabajo encomendado. Podríamos decir que: tapamos con el codo, lo que no hicimos con la mano

Nuestra tendencia a posponer las cosas tardó cien millones de años en formarse y ahora está casi impresa en nuestro ADN. Pero las investigaciones enseñan que, pese a su arraigada naturaleza, podemos modificar nuestros hábitos y cambiar esta perniciosa conducta. Si nos lo proponemos, seremos capaces dar paso a la acción y transitar con seguridad hacía una claridad y atención cristalina que a la postre  nos llevará a realizar esas tareas que valen la pena, sin dilaciones o excusas absurdas. Es posible acometer nuestras obligaciones sin vacilación y desarrollar al máximo nuestro potencial, aprovechando el tiempo para nuestro crecimiento personal  y disfrutar de ratos de esparcimiento con la sensación de nuestro deber cumplido.

¿Qué cosas hacen que procrastinemos? 

Las causas pueden ser muchas y variadas, pero señalaré aquílas más comunes de acuerdo mi experiencia clínica:

-Una deplorable gestión del tiempo, muchas veces asociada con un sentido distorsionado (autoengaño) del tiempo que tenemos disponible.

-La incapacidad para priorizar.

-Ser impulsivos, lo que implica, poca meticulosidad, bajo autocontrol y gran propensión a la distracción.

-Una tendencia a ver las metas y preocupaciones de mañana de modo abstracto, es decir, en líneas generales e indefinidas, mientras que, en cambio, se ven las metas y preocupaciones inmediatas de hoy de modo concreto, es decir, con mucho detalle en lo que se refiere al quién, al cómo, al dónde y al cuándo. En otras palabras, la causa tiene que ver con no saber proyectarnos en el tiempo de manera precisa.

-Los plazos largos. Cuanto más lejos en el futuro esté la fecha de terminación de cualquier tarea, tanto mayor será la variable de demora y la motivación para realizar el trabajo se irá esfumando.

-Sobrecargarse de tareas a una hora específica y sin medir las consecuencias. Lo anterior se relaciona muchas veces con problemas de asertividad y la incapacidad de decir «no», cuando uno no quiere o no tiene tiempo.

-Sentirse abrumado(a)  por la tarea. Así que, la persona  consume  más tiempo en preocuparse en lugar de  ponerse a trabajar en el desarrollo del trabajo.

-Dificultades para mantener la atención en la tarea asignada y tener problemas para concentrarse.

-No saber con exactitud en qué consiste el trabajo y los requisitos necesarios para realizarlo (p.ej., no leer las instrucciones a tiempo, ni en detalle)

-Perfeccionismo, a menudo asociado con estándares poco realistas.

-Sentimientos negativos—por ejemplo, “Soy estúpido”, “Soy mediocre”, “Mis trabajos son de baja calidad”. Tenerse poca autoeficacia o confianza en sí mismo, sobre todo en lo que se refiere a las tareas que se propone.

-Dificultades marcadas para aplazar las oportunidades placenteras que aparecen de repente (que brindan refuerzo inmediato).

-Un pensamiento dicotómico del “todo” o “nada”, dónde un resultado poco acorde con las expectativas del individuo puede ser visto como una catástrofe.

-Considerar que el trabajo es aburrido, y no sentir motivación alguna para realizar la tarea, una «odiosa obligación».

-Incapacidad de postergar los reforzadores

-La modernización, la tecnología y el mercadeo traen consigo la procrastinación ya que una cantidad de elementos globalizadores y vanguardistas (p. ej. televisión, video consolas, los teléfonos inteligentes, redes sociales) se convierten con frecuencia en elementos claves para distraernos y alejarnos de nuestras metas.

 

La procrastinación es vista por algunos autores como una miopía emocional que solo es capaz de ver el presente. Dejar ilógicamente las cosas para más adelante en el tiempo es una tendencia, no se trata de una cosa inevitable. Si aprendemos a gestionar nuestro tiempo, priorizamos con acierto, mejoramos nuestras habilidades para organizarnos, reconocemos la importancia de desarrollar hábitos saludables, exploramos dentro de nosotros las causas últimas de nuestra procrastinación (aceptando nuestro estado interior) y fomentamos nuestras motivaciones intrínsecas, conseguiremos además de alcanzar un mayor número de metas, muchas satisfacciones y la tranquilidad que nos brinda el deber cumplido a tiempo y a consciencia.

 

Autor: Doctora Iris Luna

Fuente consultada: Piers Steel; 2011; The procastination Equation: The Science of Getting Things Done.